En Cataluña andan inmersos en la aprobación de los presupuestos de la Generalidad. Los comunes no quieren saber nada de los mismos si no se desestima el megaproyecto de Hard Rock para Tarragona que incluye un gran casino. Iniciativa que data de 2014 y que cuenta con el respaldo de los socialistas catalanes.
El presidente Pere Aragonés ante la disyuntiva de no alcanzar el necesario acuerdo en materia presupuestaria y haciendo gala de una cobardía política manifiesta declaró: «Hard Rock no es el proyecto que nosotros defendemos y no sé si se hará o no.”
De entrada y para congraciarse con los comunistas comunes el señor Aragonés descalifica el proyecto sin más y luego remata la faena sembrando la duda sobre si finalmente se llevará a cabo. Lo que no deja de ser un toque de advertencia para futuros inversores que a lo mejor se percatan de la subordinación política a la que se ve sometido el ejecutivo catalán por la minoría comunista. Y pregunto: ¿ Son beneficiosas situaciones de éste tipo, pendientes de las imposiciones de una minoría muy ideologizada, para el fortalecimiento de la economía de Cataluña ? Que cada cual aplique la respuesta que estime conveniente.
Lo de los comunes, podemitas, sumar, compromís y afines, todos ellos inmersos en la ideología comunista, cuyo fracaso es hoy una realidad histórica, no dejan de porfiar denodadamente en su lucha sin cuartel contra los grandes proyectos y en particular si en ellos está presente el juego. La suya es una obstinación ideológica que se reduce a la oposición por sistema. Sin detenerse en las repercusiones económicas, en la revitalización de la zona, en el fomento del empleo. Nada de esto cuenta cuando por encima de todo está el credo político, aunque deje de estar actualizado desde los tiempos de maricastaña. Y lo del presidente Aragonés, pura vergüenza de un representante público tan corto de estatura como de talla intelectual. Al final, ¿ Hard Rock condenado ? Posiblemente sí.