Una cosa es hablar y otra conseguir que las palabras tengan como consecuencia la aportación de ideas sugerentes, de mensajes que inviten a la reflexión, de propuestas dignas de interés. Esta diferenciación quedó meridianamente clara con ocasión del Congreso de ANESAR. Por una parte intervino Marcos de Quinto, antiguo mandatario de Coca Cola Internacional y ejecutivo brillante que llegó a la cúspide por su talento en la gestión. Y por otro estuvo Alfonso Alonso, antiguo alcalde de Vitoria y exdiputado perteneciente al PP y en la actualidad integrante de un despacho de ésos denominados de influencia, lo que entendemos por conseguidores.
Los distingos entre ambas comparecencias fueron notables. Uno habló de inversión ( Marcos de Quinto ), de estabilidad política, de seguridad jurídica, de guerra a la burocracia exagerada, de colectivos laborales formados que sientan la empresa, relató experiencias, ofreció ideas y en su exposición dio muestras de ser un profesional de la gerencia con visión amplia que va más allá de los parámetros habituales y deja constancia para manejar y orientar los negocios. Hizo pedagogía empresarial de la buena y desveló su desilusión política resumida en una frase: “Nunca digas la verdad si ello resta votos.”
El otro ( Alfonso Alonso ) empleó un lenguaje vaporoso, que en ésta ocasión adoptó la posición del expolítico que ejerce la función de intermediario, y que utiliza el tendido de puentes, la recomendación del diálogo y la mejora de las relaciones como receta para alcanzar una serie de objetivos. Todo ello expuesto en el terreno de la teoría, con buenas palabras y poco más.
Marcos de Quinto no entró para nada de lleno en el juego. Pero quienes le escucharon valoraron su disertación y su luz empresarial. Alfonso Alonso quiso abordar someramente el juego y los asistentes se quedaron igual. Una cosa es hablar y otra aportar.