Como uno peina muchas canas y lleva la tira de años metido en el juego atesora muchos vivencias. Y es notario de hechos y situaciones que se han ido repitiendo a lo largo del tiempo. En época un tanto lejana ya se intentó crear una gran federación del juego que englobara a todos los subsectores. El argumento para constituirla era “la defensa de unos intereses comunes.” ¿ Que sucedió con el proyecto ? Que de intereses comunes nada, allí cada uno barría para casa.
Este antecedente demuestra que las guerras entre subsectores, con matices y distinciones, son eternas y han aflorado cíclicamente con mayor o menor grado de virulencia y sin que nunca llegue la sangre al río. Porque los que avivan los fuegos saben que si persisten a lo peor pueden salir chamuscados.
Siempre me ha chocado la cantinela expresada por empresarios de bingos, máquinas, salones y casinos cuando se recurre a la muletilla de “estamos en el mismo barco, tenemos que remar en la misma dirección.” Un lenguaje de cinismo circulante tras el que se esconde el navajeo, la denuncia contra el presunto contrario o la zancadilla con la administración como testigo. Lo de los intereses comunes vale como retórica para salir del paso y disimular. Pero las guerras eternas siguen con bombardeos recíprocos hoy como ayer. Y para comprobarlo basta con echar una mirada alrededor.
