Oiga, que se lo digo muy en serio: soy de los del no a la guerra desde que me parieron. Antibelicista por naturaleza, enemigo de las políticas armamentistas, de las inversiones en defensa, de los soldaditos victoriosos que cantan sus hazañas. Lo mío ha sido desde chaval salir a la calle ponerme la pancarta por bandera para gritar hasta desgañitarme no y no a la guerra. Y ayer mismo volví a sumarme a los manifestantes para hacer coro y declarar mi pacifismo y dejar muy clarito que me opongo a que de España salgan armas hacia otros países por que eso te convierte en participante en la contienda y te mete en el fregado de los tiros y los tanques. Nada más bonito que preservar la neutralidad, huir de las estrategias belicistas y de quienes las alientan, que son los verdaderos dinamitadores de la paz y cuyo objetivo no es otro que diseñar un orden mundial de acuerdo con sus intereses. Nada, lo dicho, en esto del no a la guerra estaré por vocación en la primera línea de combate, lanzando mi negativa a los cuatro vientos y de paso manifestando mi rechazo frontal a la OTAN y lo que representa desde la óptica de un espíritu guerrero que ya sabemos que paternidad tiene. ¿ Le queda claro… ?
Escuche, caballerete, en los tiempos que corren y con arsenales atómicos de por medio, creo que únicamente cuatro descerebrados amantes de las hazañas bélicas pueden estar a favor del fragor de las batallas. El resto de personas sensatas, entre las que me encuentro, abogamos por la paz y la concordia. No obstante y en cuanto a sus explicaciones quiero hacerle una pequeña matización. Estamos en franco desacuerdo con cualquier contienda por descontado que sí, pero iniciada la trifulca hay que denunciar con claridad al que lanza el primer petardo, al que da la consigna de invadir un territorio que no es el suyo, al que abre los cuarteles para que la soldadesca avance y arrase lo que le salga al paso, al que dirige la operación para que sus tanques y aviones vomiten fuego indiscriminado. Al loco dictadorzuelo que promueve la sangre y el desarraigo es al que hay que condenar.
Lo suyo, y perdone caballero, es un no a la guerra cínico, tramposo, oportunista y con sello ideológico concreto. Por eso le digo: váyase con el cuento a otra parte.