El juego goza de muchísima suerte. Aun en éstos momentos tan dramáticos que vivimos con las empresas del sector exangues y teniendo que recurrir a la respiración asistida podemos darnos con un canto en los dientes. Las competencias en materia de juego están asumidas por las comunidades autónomas, que suelen conducirse con tiento y precaución a la hora de abordar los temas de juego.
Si no estuvieran los asuntos del juego en las manos que están podemos imaginar que sucedería de tener al frente, con capacidad de decisión nacional, al actual ministro de Consumo Alberto Carlos Garzón Espinosa. ¿ Intuyen, son capaces de adivinar como nos encontraríamos bajo la dirección de semejante luminaria ? Un tipo que no se asusta así mismo al afirmar, y quedarse tan ancho, que el turismo para España es pecata minuta, algo de menor cuantía.
Pues lo que supondría de darse ése supuesto lo podemos constatar en la Comunidad Valenciana donde los colegas de Garzón, sus compis ideológicos, son los artífices de una ley destinada a borrar del mapa urbano a más de la mitad de los salones, una ley arbitraria, demagógica y que atenta contra la seguridad jurídica y que condena a muchos negocios y puestos de trabajo.
Lo preocupante es que los colegas del lumbrera Garzón y de su jefe Pablo extiendan su virus comunista para laminar el juego en otros territorios. Sería el final.