Lo cantaba Sara Montiel con voz lánguida e insinuante cuando el humo del tabaco tejía un apunte de niebla doméstica en cafés, bares, restaurantes, oficinas, sin dejar ningún hueco vetado para el encendido del pitillo. Ahora sucede todo lo contrario: la prohibición amenaza con llegar al campo de fútbol, al espacio abierto y hasta al propio domicilio. Los españolitos somos así, pasamos de la monarquía a la república en cuestión de horas y todos tan estupendos.
Los podemitas, siempre tan originales y progresistas, reivindican el placer de fumar. Pero no tabaco, que eso queda como un pelín antiguo o facha. Ellos, más que ejercitados en el hábito de los porros, defienden la conveniencia de pegarle al cannabis. Es un primer paso recomendable, sanote, para ponerse a punto en las algaradas callejeras y arramblar con lo que se ponga por delante. Luego se encadenará el cannabis con el consumo de otras droguitas para seguir la lucha contra el capitalismo opresor que nos ha sumido en la ruina.
Fumar cannabis es saludable, vigorizante, insufla brío y otorga felicidad, dicen los podemitas. Vía libre al consumo y salud, con el puño cerrado. Pero eso sí: hay que alejar como sea a la juventud, a los mayores y a los pensionistas de la puerta de un salón o un bingo, porque para un casino no les llega. Porque detrás de la puerta están los infiernos, el fuego maligno, una amenaza terrible. Lo dicho: ¡a fumar cannabis toca!.