Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Falsas leyendas

3 de octubre de 2022

La leyenda, una de tantas, proclamaba que cuando peor es la situación económica más invierte la gente en los juegos de azar. A mí personalmente me llamó poderosamente la atención la estampa de la sala de juegos de un bingo  de Buenos Aires que, en pleno corralito, tenía cola de gente para acceder a las distintas ofertas de apuestas. Fuera, en la calle y de madrugada, había personas que buscaban en los contenedores de basura restos de comida que llevarse a la boca. Estampa terrible y desoladora.

El propietario de la sala, buen amigo de años, viajes y avatares compartidos, me ilustró al respecto: "lo que has visto de la masa de público  que quería jugar es un espejismo. Era una hora clave en cuanto a afluencia de personal. El resto de la jornada las recaudaciones han descendido mucho y la razón es obvia: el corralito está haciendo estragos en las familias y cada vez hay menos pesos para gastar. Cuando no hay de donde sacar dinero los gastos se reducen de manera obligada y los del juego, salvo los del ludópata pertinaz que es una excepción, caen en picado. Podría darte datos y estudios que lo confirmen de manera tajante."

Recientemente el director de Juego del País Vasco, Aitor Uriarte, en unas declaraciones desmontaba el dichoso relato: "No es cierto -decía -que en épocas de recesión se juegue más porque acontece todo lo contrario.  Si el dinero circulante baja esto repercute en todas las partidas de gastos.”

El juego, el privado que es donde se ejercen las críticas más feroces, es pasto de leyendas, de clichés cinematográficos, de argumentos de relatos en negro. Que desgraciadamente han servido, y siguen haciéndolo, de recurso para descalificar una actividad objeto, en base a no pocas mentiras, de ataque a virulentos con intención destructiva. Es lo que vende.