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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Evocación del Bingo Samoa

21 de junio de 2024

Días pasados saltó al primer plano de la noticia en la prensa generalista Valenciana el Bingo SAMOA. Se hablaba de la antigua sala y del destino futuro del local. Para quienes no estén al tanto de los hechos conviene recordar que el SAMOA fue en su tiempo uno de los establecimientos punteros del bingo en la ciudad, en estrecha competencia durante un dilatado período con el JAIME I. Entre los dos acaparaban el mayor porcentaje de venta de cartones.
Traté muy de cerca a su propietario, fallecido años atrás, Ramón Romero. Era Ramón un empresario todo nervio y carácter, volcánico en ocasiones, que acaparó muchas páginas de la actualidad local debido a su presencia destacada en muy diversos ámbitos de la vida económica y social. Llegó a ser el principal accionista del Valencia CF y aspirante a su presidencia. Se metió en la construcción hasta convertirse en uno de los principales realizadores de obra pública del territorio autonómico. Y jugó la carta de la hotelería creando el complejo de la Calderona, que se transformó en el enclave de residencia de la selección española de fútbol con ocasión de sus citas internacionales. Con anterioridad había inaugurado un restaurante de altos vuelos en la playa de la Malvarrosa. Romero respondía al perfil del empresario todo terreno al que quizás le sobraban iniciativas y le faltaba poner un poco de pausa en sus negocios que crecían a gran velocidad sin darse respiro.

Acudí alguna tarde al SAMOA para conversar con él de temas del bingo. Querría permanecer en un segundo plano y tenía en primera línea a su abogado, también fallecido, José Vicente Martínez Taroncher, que accedió a la presidencia de EJUVA, por lo que su patrón ejercía una notable influencia en la marcha del sector. Allí estaba en el tiempo que rememoro Rafael Romero, hermano de Ramón y segundo presidente de EJUVA. Fueron por tanto una familia con peso en el bingo valenciano.

El SAMOA cerró por obras para efectuar una importante reforma y cuando reanudó su funcionamiento el público habitual que había sido muy numeroso desertó en buena parte. Al final se produjo el cierre del local en 2011, dejando un claro vacío en la sala cuya parroquia animaba extraordinariamente el entorno urbano. Epílogo de un bingo que estuvo en lo más alto y cuya caída resultó tan incomprensible como dolorosa para sus sesenta empleados.
SAMOA, el canto del adiós a la vida del entretenimiento, que conoció días espléndidos.