Agosto es un mes de relajamiento, carente de nervio económico y social, donde casi nunca pasa nada más allá del jolgorio en la playa o la piscina, de los baños de sol y de la jarra de sangría muy cerca de la orilla del mar o la caricia del aire anocheciendo entre pinares que cobran vida en la montaña.
Este año entramos en un agosto distinto donde en muchas mentes y en muchas casas se ha instalado la incertidumbre, el temor y con ellos la prevención ante una amenaza que creemos lejana pero que está ahí latente. No obstante agosto sigue invitando al disfrute del verano y sus alicientes, a la desconexión de los problemas presentes y los que están por venir, al paréntesis obligado para disfrutar de un presente efímero pero liberado de ataduras y obligaciones.
¿ Que acontecerá cuando llegue septiembre ? Esta es la incógnita que nos aguarda y que no acertamos a predecir que nos deparará. Las informaciones que se divulgan, los datos que afloran sobre la economía y la empresas no son precisamente halagüeños. Aunque el gobierno siga con total desfachatez con su política de autobombo, encantado de haberse conocido, quienes tienen tres dedos de frente no barruntan días felices. Tampoco es cuestión de ser agoreros y habrá que abrir una ventana a la esperanza.
¿ Y si septiembre nos trajera el despido fulminante de la pandilla de incapaces que nos gobiernan ? Feliz sueño de verano y que ustedes lo pasen fetén- En septiembre hablaremos.