Escenario las Cortes Generales. El líder de la oposición plantea al gobierno una batería de preguntas trascendentes. Le inquiere que responda sobre supuestos casos de corrupción, nepotismo y trato de favores. El presidente no contesta a ninguna y comienza atacando de frente al partido opositor, se cachondea de su líder e incluso le insulta. Y recibe un baño de aplausos entusiastas y hasta delirantes de su bancada que, incluso piensa: ¡ vaya pedazo de político que tenemos por jefe !
Pasillos del Parlamento. Los periodistas salen al paso de varios ministros para interrogarles sobre que opinan de los casos de la mujer y el hermano del presidente y de quien fuera su mano derecha. Reacción en cadena: todos hablan de bulos, de maniobras de la extrema derecha y se dedican a meterse con la oposición a la que brindar, con sonrisas sardónicas, adjetivos muy calificativos.
Sala de información tras el consejo de ministros. Con la portavoz comparecen tres titulares de carteras. Los informadores desean conocer, después de muchos días transcurridos, las causas del apagón que mantuvo España a dos velas durante un puñado de horas. La portavoz, como suele suceder, se hace un lio verbal para centrar las críticas en la insolidaridad de la oposición y para afirmar, vaya jeta, que el problema se resolvió en un plis plas. A sus compañeros de mesa se les intenta sacar alguna declaración clarificadora al respecto y salen en tromba contra la oposición. Con la originalidad de que todos coinciden en la exposición de su argumentario.
Son tres focos de una España al revés. En la que el gobierno y sus componentes se mantienen muditos y no abren la boca para responder a lo que se les pregunta. La consigna es clara y tajante: Eludir cualquier tipo de respuesta en relación con los asuntos comprometidos, que son varios y de grueso calibre, y arrancarse por peteneras para poner tibia a la oposición y sus líderes, venga o no a cuento, a los que suelen distinguir con gruesos epítetos.
Lo descrito en cualquier país normal habría acabado, tiempo atrás, con dimisiones en bloque y convocatoria de elecciones. España es diferente. Aquí el gobierno calla, ataca con dureza a los adversarios y hasta se cachondea a mandíbula batiente de los que tiene enfrente. Y entretanto la ciudadanía a tragar que estamos en manos progresistas. ¿ Pero que me está diciendo…?.