Dice Pepe Vall que los gobiernos están en campaña electoral de manera permanente. Y esto es desgraciadamente así. Desde el central a muchos de los autonómicos se está en la palabrería, en el eslogan llamativo, en la venta de humo y en la radicalización. En el caso del juego se ha entablado una especie de pugilato entre autonomías para ver cual de ellas llega más lejos en apretar las tuercas reglamentarias. Cual pone más trabas para joder los negocios. Todo para sacar pecho político y sumarse a la corriente ideológica que ha hecho del juego privado un blanco fácil para ejercer sin tasa la demagogia barata.
Es cierto como comenta Vall que los gobiernos se están alejando de la sociedad y de sus problemas. Se están divorciando de la ciudadanía que se ha percatado de lo que acontece y que por ello desconfía cada vez más de la clase dirigente. Hay un descreimiento hacia los políticos en general por su escasa sensibilidad con los asuntos que preocupan a la gente, de la que tanto hablan y tan mal entienden, y un recelo de la calle que no suelen pisar.
Lo último de la política es alentar las movilizaciones contra los empresarios desde el propio gobierno. ¿ Donde se ha visto semejante disparate ? ¿ Azuzar la algarada callejera contra los que sostienen la economía y generan el empleo ? Un sinsentido propio de quienes están incapacitados para llevar el mando de un país.
Precisamente los que invitan a las centrales sindicales a acorralar al empresariado aseguran que hay que escuchar a la gente. ¿ Cuando escuchan con una mínima predisposición para entender sus problemas la mayoría de gobiernos a los representantes del juego ? La respuesta se da por sabida y los resultados también. Lo dicho: los gobiernos ahora más que nunca están en campaña electoral, vendiendo burras, formulando declaraciones, hinchando el globo de las promesas pero sin auscultar el latido de la calle de la que surge el grito de: ! fuera, fuera !