La industria española del juego privado nace y se vertebra en la empresa familiar. Son los iluminados y audaces de aquélla primera hora, cuando la legalización, los que ponen los cimientos del sector que se va edificando a base del impulso, el trabajo y la perspicacia de hermanos y padres con hijos en edad de arrimar el hombro que van configurando de manera progresiva lo que tomaría cuerpo y realidad sectorial.
Que el juego en España arranca, adquiere músculo y va cobrando estatura merced a la iniciativa y el esfuerzo de la empresa de carácter familiar lo certifica el hecho que desde el inicio de la actividad y durante un puñado de años el liderazgo del sector ha estado en manos de compañías cuyos propietarios tenían estrechos lazos de consanguinidad. A partir de ahí fueron aflorando empresas de tipo medio o pequeño que en muchos casos se han mantenido fieles a su condición de familiares y por la ley de la lógica han ido asistiendo al relevo generacional en la dirección de las firmas.
El desembarco de capital extranjero y de empresas radicadas en otros países en España ha modificado de unos años a ésta parte el panorama y la empresa familiar como tal ha desaparecido en grupos de fuerte arraigo y que exhibían ésa condición como vitola de confianza.
Es un hecho que salvo excepciones muy patentes la empresa familiar como núcleo fundamental del juego en España se ha ido difuminando por las causas anteriormente apuntadas y otras que resultaría prolijo enumerar en un artículo. Queda afortunadamente una porción considerable de empresas que van pasando de padres a hijos pero la realidad de hoy es que se ha producido un cambio sustancial. Las grandes familias que antaño fueron santo y seña del juego o han desparecido del panorama empresarial o se han quedado en minoría. Lo que nos aboca a un escenario diferente y a una evocación del tiempo que se nos fue.