Los loteros están que trinan. No es para menos. Llevan dos décadas con las comisiones en estado de hibernación, o sea congeladas, y se enteran de que el capo de SELAE se ha subido el sueldo cerca de un 15 por ciento en seis años. Y que en cuatro años se ha gastado 120.000 euros, que no es moco de pavo, en viajecitos oficiales, que algo de turismo habrán incluido. O sea que el que ordena y manda en Loterías, siguiendo la tónica de todos los enchufados por el gobierno en las entidades públicas, cobra un pastón y además se lo pasa en grande de avión en avión recorriendo mundo.
Mientras éste directivo está asentado opíparamente en el mullido sillón de SELAE, donde lleva instalado desde 2018, los vendedores de la cosa, que son los décimos limpios e inmaculados, han visto como subían sus alquileres, sus costes laborales y sus impuestos fijados por la casa madre a la que pertenecen, Hacienda, que ingresa por la venta de loterías más de tres mil millones de euros limpios de polvo y paja.
Sucede con SELAE algo similar a lo que acontece en la ONCE. Son organismos de carácter público y semipúblico en los que los de arriba, los que curran poco y ganan mucho, se benefician de unas percepciones laborales extraordinarias que en muchos casos no se ajustan ni a sus curriculums ni a su probada competencia en la materia. En el caso concreto de Loterías están en el sitio por el dedazo político amigo que sitúa a los suyos en el puente de mando de las entidades que sostenemos todos los ciudadanos de a pie. Ejemplos para citar los tenemos a montones.
Los despachos de Loterías llevan años quejándose de las condiciones de trabajo y de los porcentajes que perciben en su calidad de comisionistas del juego. Y sus peticiones, a pesar de ser insistentes, han ido cayendo en saco roto. Vienen denunciando un trato injusto. Al tiempo que señalan que el Gordo de verdad le ha tocado a su presidente cuyo salario sigue engordando. Lo de SELAE da para escribir una novela. Por descontado que negra.
