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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

El sol sale para todos, ¿o no?

12 de julio de 2016

El sol sale para todos. Era la máxima comercial exhibida por Pascual Esclápez, empresario que en su día acaparó actualidad en el recreativo español y que andaba sobrado de audacia, fantasía y capacidad para embrollar. Lo recuerdo en su despacho de Elche aspirando los aromas de un montecristo de tamaño respetable junto a la bandera de los Estados Unidos. Parecía sentirse el cónsul del país norteamericano al que rendía tributo de admiración compartido con la enseña española.

Todo un tipo Esclápez, que un día me aseguró que me haría millonario con un proyecto fabuloso, que nunca me creí y que resultó ser eso, pura fábula, y aquí sigo pegándole a las teclas y dando gracias por poder seguir trabajando y no estar en la cola del paro, a la que a lo mejor llego.

Siguiendo las coordenadas que indican que el sol sale para todos pues igual no es así. Porque hay gentes que pretenden que el astro solar salga cada amanecer exclusivamente para ellos. Y que sean sus rostros, a veces un poquíto duros, los únicos que se beneficien de su esplendor poniéndolos muy morenitos. Quieren, pobres infelices, robarnos el sol que es de todos, para broncearse al máximo, cobrar color y vigor y estar guapetones. Y que el resto nos quedemos paliduchos, descoloridos, tirando a blanquitos, con ésa tonalidad propia de la antesala de la funeraria.

Ya sentenciaba Esclápez que el sol salía para todos. Aunque él intentaba acaparar parte de sus radiaciones. Pero hay que ser indigentes mentales para tratar de secuestrar el sol para chuparse la energía de sus rayos en solitario y al resto de compadres que les sirvan morcilla malagueña. Los hay, sí señores míos, que quieren hacerse con el sol, la luna y lo que se ponga por delante y no reparan en medios, ni en jodiendas a los prójimos para sus imposibles conquistas.

En el juego, como en el resto de actividades, el amanecer nos regala la salida esplendorosa del sol, que no acontece todos los días, y que debemos recibir como una bendición de Dios. Y mirando ése sol que nos ilumina y ensancha el alma ponernos al trabajo de cada jornada con ideas, dedicación y esfuerzo. Y quienes tratan, mentecatos cortos de entendederas, de robarnos el solecito bastante tienen con tan vana y estúpida pretensión.