El pulso asociativo del juego ha ido perdiendo velocidad, nervio, confrontación. Hablo con carácter general y referido a los distintos sub-sectores. Y es hasta cierto punto normal dado que se ha ido evolucionando en cuanto a reglamentaciones y medidas de mejora. Si bien todavía quedan etapas por cubrir en cuanto se refiere a una normalización administrativa en lo tocante a regular el juego con mayores visos de objetividad.
En los años siguientes a la legalización había mucho por hacer y el pulso asociativo estaba la mar de acelerado. Se daban frecuentes pugilatos para alcanzar la presidencia de cualquier asociación, que desembocaban en enfrentamientos dialécticos muy duros no exentos de tensión. Existían criterios dispares respecto a la canalización de las reivindicaciones sectoriales y de ahí surgían convocatorias de elecciones donde las bases imponían sus preferencias.
Tanto en el bingo como en el recreativo fui testigo directo, y notario periodístico, de períodos electorales rodeados de la máxima expectación donde la caza del voto se negociaba por parte de los candidatos a base de personas interpuestas que eran las que manejaban los hilos de la convocatoria con discreción y guantes de terciopelo.
Tan enconadas resultaron aquellas contiendas asociativas que, en no pocos casos, acabaron con la unidad sectorial y provocaron una dispersión asociativa que tuvo en Madrid, Cataluña y Andalucía tres escenarios en los que se multiplicaron las entidades de nuevo cuño, algunas hasta de carácter individual, en defensa de los intereses empresariales. La divergencia en cuanto a criterios y estrategias provocó numerosas escisiones que a día de hoy siguen vigentes.
Aquél tiempo ciertamente convulso pasó. Los subsectores están más o menos estabilizados y existe por ello una cierta laxitud asociativa. Los presidentes repiten mandatos sin problemas, las asociaciones antaño antagónicas ya no lo son tanto y cierran acuerdos unitarios y el pulso de la actividad, en general, está relajado y muy lejos de aquél de antaño en el que funcionaba con electrizante celeridad. Los viejos del lugar, entre quienes me cuento, somos testigos del grandísimo cambio operado. Que sea mejor o peor es cuestión de opiniones.