¿ Se acuerdan del país de nunca jamás? Todos hemos sido críos y crías y junto a Peter Pan y su hada Campanilla hemos viajado a ese universo mágico donde los niños no crecen, conservan siempre el halo de la inocencia, se divierten y viven las más increíbles aventuras enfrentándose al malvado capitán Garfio y su tropa de piratas.
Andaba dándole vueltas a los recuerdos de la infancia cuando se me ocurrió establecer un paralelismo entre el país de nunca jamás y la España de hoy. Aquí lo que crecen son los casos de corrupción, se extiende la magia negra y los piratas están en la esfera política vestidos de traje y corbata. Ni el más imaginativo de los fabuladores es capaz de escribir el relato político del que los ciudadanos de a pié somos incrédulos testigos. ¿ Es posible que esto sea realidad o estamos viviendo una pesadilla entre esperpéntica, hilarante o simplemente vergonzosa ?
Altos cargos políticos intercambian mensajes sirviéndose de un lenguaje procaz y tabernario. Discuten sobre quién se lleva más tajada de ésta o aquélla mordida. La referencia explícita a las mujeres es propia de auténticos macarras. Enchufan a las amiguitas, sobrinas o putas certificadas como tales en el censo correspondiente en instituciones públicas con salarios a cargo de los contribuyentes. Y para rematar la historieta hacen de las marisquerías sus centros de trabajo, previa identificación de cigalas y percebes por su tamaño y frescura.
En éste país de nunca jamás caben las mentiras más gordas fabricadas por la factoría presidencial y repetidas por un gobierno de ventrílocuos. Y nadie se escandaliza ni se mesa los cabellos. Las bolas políticas circulan por las autopistas sociales con tanto descaro como nula verosimilitud y el pueblo soberano se las traga y hasta las aplaude. Es tal el desmadre existente que todo se toma a chacota y el personal ni se inmuta ya de tanto desvarío político.
Creo que aquél país de nunca jamás, tan ingenuo él, tan alegre e infantil es al que debíamos volver. Largándonos sin pasaje de retorno de un pueblo tomado por una pandilla de sinvergüenzas, robaperas, gaznápiros y malandrines que tienen a medio vecindario anestesiado y al otro medio al borde de un ataque de nervios. Sin dudarlo: volvamos al país de nunca jamás y votemos a Peter Pan.