Si hay un tipo en España que ejerza el oportunismo con descaro, sin inmutarse y echándole jeta a la cosa, ése se llama Pedro Sánchez. Es un político que pasa del 13 al 33, del no es no al sí es sí, del conqueteo con el centro derecha al noviazgo con cama incluida con la extrema izquierda, de despellejar a Mariano Rajoy a proclamarlo hombre de estado. Y así podríamos estar citando la tira de episodios protagonizados por un Sánchez para el que el oportunismo es su razón de ser y actuar para mantenerse, a costa de lo que sea, en la Moncloa.
Pablito Iglesias y sus mariachis viene agitando desde hace meses la coctelera del juego aditivo, peligroso, ruina de los barios y lacra de los jóvenes. Y no cesan de servirnos a diario tragos del mismo brebaje. Visto lo cual el listillo de Pedro Sánchez lo cogió al vuelo y en su exposición como candidato a la presidencia del gobierno soltó aquello de que “hay que parar el juego descontrolado”, y llovieron las palmas desde su bancada y supongo que el mosqueo de Pablito que vio como se apoderaban de una de sus muletillas preferidas. Pero así es España, los políticos y sus principales actores. Que por mucho que se sientan encantados de conocerse no dejan de ser una panda de oportunistas, con Sánchez a la cabeza, con tanta fatuidad como carencia de inteligencia y estilo. Lo de estilo ni lo conocen.