Jesús Franco es el único propietario del Grupo que lleva su nombre. Mediante la adquisición del paquete accionarial que estaba en manos de los herederos de su hermano Joaquín ha pasado a ser dueño y señor de la compañía. A la que ha puesto a salvo de riesgos, libre de ataduras que podrían condicionar su futuro y asumiendo en solitario la capitanía de un barco que es, entre los grandes del sector, el único que navega con bandera española.
Jesús cumplió años días atrás. Que son bastantes, aunque se mantenga lozano de mente y corazón. Y a ésta efemérides venturosa hay que añadir un susto anterior que puso en jaque su salud. Del que afortunadamente ha salido fresco y con ganas de pelea. Si nos atenemos al guión de ambas circunstancias no podemos sino certificar un hecho: el de la inmensa pasión que Jesús siente por su empresa y lo que representa y por el sector en general para seguir apostando por ambos poniendo mucho en juego.
Jesús Franco ha pasado a ser el llanero solitario del juego español. El que ocupa ahora mismo un escenario que se ha ido quedando huérfano de nombres con peso e historia empresarial, el último baluarte de un sector que sigue teniendo en él, y sea por muchos años, a un tipo peleón, que lleva en la sangre el adn de las máquinas, que vive y sueña con ellas, y que ha demostrado en multitud de ocasiones tener más cojones que el caballo de Santiago. Y la última que ha protagonizado confirma lo que digo.