El diario El Mundo publicó recientemente un reportaje dando cuenta de que el cierre del 39% de sucursales bancarias de Madrid estaba dando vía libre al crecimiento de las salas de apuestas. Centraba éste aumento en el distrito sur de la ciudad. A partir de ahí ya pueden imaginarse el contenido del trabajo periodístico: barrios pobres esquilmados más todavía por las salas de juego, juventud en precario pasto de las adicciones y un sinfín de peligros derivados de la implantación desbordada de éste tipo de establecimientos retratados como una amenaza social.
El secretario general de ANESAR, Juan Lacarra, ha querido salir al paso de la noticia aportando datos sobre la evolución del juego en Madrid. Y por mi parte sin entrar en más detalles me quedo con los más significativos: en 2018 funcionaban 194 locales específicos de apuestas en Madrid y en junio de 2023 han quedado 69. En cuanto a los salones desde 2020 se han cerrado más de 30 en la Comunidad.
Se constata una situación incontrovertible por un lado y por el otro se recurre a la utilización del sensacionalismo manejado periodísticamente a capricho para elaborar un producto con muchas dosis de engaño cuya finalidad busca sembrar la alarma social.
Lo de la prensa generalista con el juego privado, el público lo tocan con pinzas y resaltando sus bondades, es una historia que viene de lejos. Lo tratan siguiendo las pautas del descrédito y los prejuicios que dimanan de las propias instancias políticas y no experimentan el menor rubor cuando falsean a sabiendas la realidad. Lo triste es que hay representantes del sector que por ingenuidad o por afán de figurar intentan utilizar sus tribunas para explicar una realidad deliberadamente tergiversada y en ocasiones, en más de las debidas, salen trasquilados. O sea que les toman el pelo.