Baleares es escenario de un interminable culebrón con múltiples ramificaciones. El ínclito juez Castro es la principal estrella de las islas, empecinado en pasar a la historia como el justiciero indomable contra políticos trincones, balonmanistas largos de estatura y de mano para vaciar bolsillos y princesas de cuento que vivían entre nubes.
En ésa atmósfera donde la corrupción a muy distintos niveles es moneda de uso corriente y los tribunales trabajan a destajo se inserta el culebrón del Teatro Balear. Un establecimiento que recibió en su día licencia para transformarse en casino emitida por el gobierno autonómico y que el Ayuntamiento de Palma no se ha cansado de torpedear. Calentito está ahora el fallo del Tribunal Superior de Justicia de Baleares respaldando la decisión del gobierno de otorgar la licencia. Pero ello no impide que el municipio siga erre que erre con su negativa a que el casino cante el no va más.
Y en medio de todo éste follón, sobre el que planea la sombra alargada del Casino de Mallorca que, lógicamente, teme la presencia del competidor en el casco histórico de Palma, se han dado cita allanamientos del Teatro Balear, imputaciones a elementos policiales nada claros en sus actuaciones y sospechas, sospechas para dar y vender sobre una operación montada para impedir a toda costa que el proyectado casino alumbre sus mesas de juego.
Sin entrar en la maraña políticojurídica de éste tremendo culebrón que amenaza con eternizarse en el tiempo, sólo un apunte: Seré muy simple pero no acabo de entender como el Teatro Balear, primer bingo de las islas por estética, situación y favor del público, llevó muchos años funcionando con todas las bendiciones y el casino es objeto de veto municipal. ¿ Tantísima diferencia hay de bingo a casino para éste cerrojo administrativo ? Segundo apunte: Como en todo culebrón algo huele a podrido, a enjuagues, a componendas turbias con dinero al fondo para impedir la apertura del reconvertido, y ya vestido, Teatro Balear.