Querido lector quiero formularle una pregunta, que puede parecerle indiscreta. Si así lo considera perdone. Pero sigo en lo mío. ¿Durmió usted placidamente anoche o la pasó desasosegado sin poder pegar ojo? Lo digo por aquello de si le alegró o le encabronó el resultado de las elecciones y el conocimiento de los ganadores.
La España política de ayer dividio el país en dos grandes bloques. Y se encargó de enfrentarlos, azuzarlos y desquiciarlos. Los artífices de éste feroz enconamiento tienen nombres y apellidos pero mejor es, por hoy ignorarlos.
En éste clima de crispación que ha servido para alterar el temple de muchísimos ciudadanos no es raro por tanto que la noche del recuento de votos y su saldo final haya sido de dicha extrema para unos y de soponcio para otros. De sueño reparador o pesadilla alucinante. De felicidad desbordante o decepción irreparable.
No hay derecho a que puedan producirse hechos de ésta naturaleza por culpa de unos políticos de segunda división que se han dedicado a fomentar el guerracivilismo. Unos mediocres, sin formación intelectual ni talla moral, que se han afanado en su deleznable tarea de polarizar a la sociedad, de encresparla y de hacerla cultivar el germen del odio.
Después de lo de anoche, se haya dormido como un bendito o bendita. O se haya pasado una velada insomne producto de la frustración lo recomendable es tomar el asunto con calma, recurrir a la templanza y pasar página.
Lo ideal sería que el país entero se diera una ducha de sensatez, se olvidase de los enconamientos africanos y abriera las ventanas al aire de la concordia, del entendimiento y se alejara de la viscelaridad y la intransigencia. Así, unos y otros, todos, gozaríamos de la oportunidad de dormir sin sobresaltos. Quién sabe si con sueños muy reparadores.