El bingo entendido como espacio social para intensificar las relaciones de aquéllos que quieren llenar huecos de sus vidas. De refugio para los que huyen de la soledad y buscan escuchar la palabra amiga. De expansión para los que desean sentir, aunque sea por un rato, el pálpito de una emoción que ensancha el espíritu. Son algunas de las propuestas que ofrece el juego del bingo a muchas personas cuya cotidiana convivencia está cargada de monotonía, de aislamiento o de carencia de alicientes que les impiden disfrutar de un brote de felicidad efímero y sin embargo reconfortante.
El bingo, como recurso para hacer de un rato de ocio un motivo de escape y cambiar el chip mental, facilita de manera natural la interrelación social, abre la puerta para ganar amigos y facilitar comprensiones y es vehículo propicio para circular por las autopistas del sueño barato que sirve para agitar el corazón y experimentar el subidón del ganador o ganadora que es siempre un ejercicio reconfortante.
En las ocasiones, no demasiadas por otra parte, en las que me he sumergido en la atmósfera de un bingo mi curiosidad no ha dejado de sorprenderse. Por el hecho de que en torno a las mesas de la sala se perfilaban algunas historias personales que seguro darían para escribir novelas o dramas. No son pocos los casos en los que tras el cante del número de la bolita que nos lleva a la explosión del premio late una dura historia de soledad, de horfandad de afectos, de aislamiento social, de infortunio que persigue la mitigación de los duros golpes que propina la existencia.
No pretendo dramatizar ni ponerme trascendente. Lo que sí digo es que el bingo representa para algunas personas, a las que la vida no les sonríe demasiado, un refugio amable que les depara la oportunidad de hablar y sentir, de ilusionarse y sonreír, de gozar de la humanidad que les pilla cerca o al lado y les permite contemplar el mundo bajo una perspectiva que dura poco y al menos estimula mucho.
El bingo es calor de nido, que arropa con el manto del entretenimiento a los que más lo necesitan. Y si cantan bingo entonces disfrutan del premio de la alegría. Que no es pobre recompensa.