Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

El Bochorno Nacional

12 de septiembre de 2025

La Escopeta Nacional tenía la autoría del director de cine Luis García Berlanga. El Bochorno Nacional al que están asistiendo como acostumbrados espectadores los ciudadanos está interpretado a coro por una clase política de tercera división. Una clase lerda y presuntuosa, sin altura moral ni ética, polarizada al máximo a uno y otro extremo, que hace de la polémica reflexiva una bronca permanente pródiga en insultos y descalificaciones de cuño barriobajero. Este escenario es el que se trasluce de la España política de hoy.

Abrir la televisión y acceder a las imágenes parlamentarias invita de inmediato al cambio de canal. Lo que se transmite es un espectáculo degradante impropio de una democracia presuntamente madura. Las intervenciones de sus señorías son un cruce vertiginoso de insultos, algunos de grueso calibre: de agrios reproches y admoniciones violentas y de un «y tu más» propio de patio de colegio. Un día sí y otro también el ciudadano asiste a una sucesión de escenas verdaderamente sonrojantes impropias a todas luces de quienes dicen representar la soberanía nacional y cuyas actitudes y excesos verbales avergüenzan a los sufridos contribuyentes.

La sede parlamentaria se ha transformado en un erial, un páramo intelectual donde no reina el pensamiento constructivo porque a cualquier reflexión se impone la gresca, la reacción virulenta que ni escucha ni atiende a razones. La oposición pregunta y el gobierno no responde y contraataca. No se exponen ideas, ni se formulan propuestas rigurosas para mejorar la vida de los ciudadanos. Todo se resume en enfrentamientos verbales a cara de perro desprovistos de cualquier enjundia intelectual o alarde ilustrativo. Un ejemplo nada recomendable de ramplonería política adobada de comportamientos en los que predomina el sesgo grosero.

Este es, señores míos, el Bochorno Nacional que nos ha tocado en suerte para desesperación de una parte importante de la ciudadanía. Convertida en atónita espectadora de un sainete sin gracia que escenifican reiteradamente unas señorías que, de ése tratamiento, no tienen absolutamente nada. Tipos que, en una inmensa mayoría, han hecho de la política el refugio de su manifiesta incapacidad.