Dos años y cuatro meses ha estado Jesús Ignacio Pérez ejerciendo la dirección general del Juego en la Junta de Andalucía. Su adiós ha merecido una reacción encomiástica de las asociaciones de bingos, máquinas y salones. En todas ellas se subraya su talante caballeroso y su predisposición al diálogo, circunstancias que no siempre concurren en los mandatarios públicos del sector.
Elogios merecidos al margen lo cierto es que la función de Jesús Ignacio Pérez en materia reglamentaria arroja un balance más bien pobre. Primero por el hecho de que el desempeño de su labor se ha circunscrito a un periodo relativamente breve, al menos si nos atenemos a la marcha velocistica que imprimen a su gestión las administraciones públicas. Y segundo porque su antecesor en el cargo, Manuel Vázquez, y posteriormente su jefe en el escalafón jerárquico, llevó a cabo avances sustanciales para el sector, sobre todo en materia tributaria, lo que dejó un margen muy estrecho para ir introduciendo innovaciones reglamentarios.
La renuncia de Jesús Ignacio Pérez, que parece obedece a razones de carácter personal, abre un paréntesis dilatado para el sector en lo concerniente a novedades. Tras el correspondiente nombramiento habrá que esperar a que el nuevo mandatario tome tierra, conecte con las peculiaridades del sector y empiece a la toma de decisiones tras un período de tiempo que cabe presumir no será nada breve.
Volviendo a la figura de Jesús Ignacio Pérez lo que hay que resaltar en el caso que nos ocupa que por fortuna son muchos los funcionarios con voluntad de dispensar a los ciudadanos un servicio público de calidad, en el que predominan la amabilidad y el trato cercano. En ése sentido, sin duda muy importante, Jesús Ignacio supo granjearse el respeto de la mayoría. Lo que es de justicia destacar.
