He leído el libro “Lo que hay que ver”, titulado con fina ironía, en el que Miguel Durán le cuenta a la periodista Esther Jaén páginas de su vida, centrando la mayor parte del relato en su paso por la ONCE. Una estancia profesional que lo convirtió en el ciego más mediático de España, entre otras razones porque a Miguel el figureo, el chupar cámara y el estar presente en muchas salsas siempre le ha gustado y le sigue gustando. Y la prueba de ello es el libro en cuestión que refleja su inteligencia, tenacidad y espíritu de superación. Y también es un canto de enaltecimiento a su figura auspiciado por el propio protagonista.
Reconoce Durán que su excesiva exposición mediática, su querer estar en muchos focos y sus escaramuzas políticas hicieron que sus compañeros, que no amigos de la ONCE, conspiraran contra él y prepararon su defenestración.
Mi curiosidad en la lectura residía en conocer las impresiones de Durán sobre su papel en el juego privado tras abandonar la Organización de Ciegos. No le dedica mucho espacio al tema, ni profundiza demasiado en el asunto de La Solidaria que llevó a Argentina, precisamente cuando yo andaba por allí, y sí alude a las pugnas que en su día mantuvieron FRANCO y CIRSA y en las dificultades insalvables de los primeros por introducir sus máquinas en Cataluña.
Lo que sí demuestra es una sincera gratitud por el sector, y muy en particular por los hermanos Joaquín y Jesús Franco, de los que subraya su humanidad y su generoso apoyo en momentos difíciles para él. Y lo hace reconociendo que le hicieron ganar muchos millones de las antiguas pesetas. En ése sentido Miguel demuestra que es bien nacido y por tanto agradecido.