Hay personas con las que mantenemos un trato esporádico y sin embargo nos dejan huella. Algo de esto me ha sucedido a lo largo de los años con José Rafael Chelala, al que conocí cuando andaba metido en COFAR y en otros cometidos relacionados con el juego y del que conservo un gratísimo recuerdo.
DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer
Don José Chelala
21 de diciembre de 2016
He sostenido unas cuantas conversaciones con Chelala. Todos los años por navidad intercambiamos una relación epistolar que ya no se lleva, porque somos muy clásicos. Y hace cinco años me envió su libro Impresiones con una cálida dedicatoria que agradecí por afectuosa.
Don José Chelala, para ti Pepe simplemente suele decirme, es un tipo humano con una biografía apasionante. Cubano de nacimiento, canario de adopción y madrileño por vocación, anduvo con Fidel Castro y los suyos cuando bajaron de Sierra Maestra y enviaron a Batista al exilio. Fue cónsul de aquél gobierno iniciático del barbas y cuando se percató del tufo comunista desprendido del gobierno de La Habana el Ché Guevara lo cesó. De su origen cubano nos queda su magisterio llegado el momento de cerrar cualquier ágape con el aroma indescriptible de los más seductores de los cigarros habanos.
Chelala, periodista de largo e intenso recorrido, político idealista que soñó con una Cuba imposible y consultor de empresas al frente de un gabinete prestigiado, se distingue por su sentido de la caballerosidad, por su naturalidad para establecer relaciones desde la corrección extrema y el talante comedido. Desde una personalidad esmaltada por ésa elegancia que nace espontánea y sin afectaciones de ningún tipo.
La labor que Chelala realizó en COFAR me pareció impecable. Por eso cuando me anunció que dejaba sus tareas pedí públicamente, a través de las páginas de SECTOR, que se le hiciera un homenaje. Uno de los principales directivos de COFAR – Eduardo Antoja-, al leer la petición, se sintió airado y me dijo: “Te has anticipado pero ya teníamos previsto hacerle un homenaje.” Nunca se le hizo.
Vaya desde aquí mi abrazo hacia quién ha sabido dar lecciones de exquisitez en el trato y las formas. Algo inusual por éstos pagos. Gracias, don José. O simplemente Pepe.