Cuando Franco, que es lo que está de moda, se hacía mucho humor con la parsimonia, la pachorra de la maquinaria administrativa de ayuntamientos y demás. La figura del funcionario entre displicente y altanero que hacía recorrer al pobrecito ciudadano un sinfín de ventanillas para terminar con el vuelva usted mañana destilaba tantas dosis de humor como de realidad.
Han pasado los años, Franco murió hace más de cuarenta y las luminarias políticas de la progresía pretenden desenterrarlo, pero el chiste, la estampa de unas administraciones indolentes, parsimoniosas hasta provocar la exasperación del atribulado contribuyente persiste. Los cambios operados han sido de puro maquillaje. Llevamos más de cuatro décadas de democracia y el aparato de los órganos públicos que nos gobiernan siguen funcionando igualito que los trenes de antaño: despacito, muy despacito y arribando impuntuales a las estaciones. En la época del AVE y de la celeridad en la que prima lo instantáneo funcionarios y políticos se lo toman con calma infinita. Las gentes del juego padecen y soportan ésta marcha retardada. Un expediente se eterniza, una reunión ni se sabe cuándo tendrá lugar. Y casi siempre se acaba como ayer. Ya saben: vuelva usted mañana.