El próximo mes de agosto se cumpliré un siglo de la apertura del Gran Casino Kursaal, de San Sebastián. Los cronistas de la época hablan de una fiesta inaugural que contó con la presencia de la Reina María Cristina de Habsburgo y varios infantes de España. Unos fastos propios de las estampas de la Belle Epoque que sirvieron para realzar los grandísimos atractivos naturales, paisajísticos e históricos de la Bella Easo, una ciudad que entonces y ahora es un lugar ideal para un turismo que rebasa la altura habitual.
El Gran Casino Kursaal de aquél 1921 fue un auténtico tratado de elegancia en damas y caballeros, una nota de distinción y buen gusto y un alarde de exquisiteces en todos los planos: el indumentario, el de las actuaciones llevadas a cabo y el de las creaciones culinarias que se ofrecieron en el evento. A partir de ahí se estableció un código de conducta en cuanto a la vestimenta para visitar el casino.
No le sonrió la suerte al Kursaal pues a los tres años de funcionar la dictadura del general Primo de Ribera prohibió el juego. Y al cabo del tiempo el establecimiento resulto demolido.
El actual Gran Casino Kursaal, en manos de LUCKIA, es uno de los puntos fuertes de San Sebastián en cuestión de entretenimiento y diversión. Y respecto a los cambios de hábitos que se han producido en éstos locales decía su director de marketing Odón Elorza Bauer: "Hoy el público del casino es diferente. Se ha democratizado.”
Estoy de acuerdo con Odón en la democratización producida. Que en las vestimentas, en ocasiones, rebasa las fronteras de lo que sería deseable. He visto visitantes de casinos de diferentes puntos que, en los meses del verano, acuden al local con indumentarias que considero impropias, como presentarse con pantalones cortos y chanclas. A partir de ahí lo que gusten. Una cosa es la democratización. Otra la vulgaridad elevada a la máxima potencia