Se han ido y sigue haciéndolo por razones personales o imperativos de la edad los viejos guerreros, los luchadores de las épocas duras, los que se fajaron con el trabajo e hicieron de la misión el santo y seña de parte de su vida. Ahora le ha tocado el turno a José Luis De Pedro, que dedicó cerca de veinte años de su existencia a ASEJU y ahora dice adiós con la íntima satisfacción del deber cumplido, de haber trabajado a fondo y honestamente por una asociación que está en deuda con él por muchas pequeñas y grandes batallas ganadas a base se tesón y coraje, de espíritu corporativo y talante integrador.
Me precio de ser amigo de De Pedro desde poco de conocernos. Aunque él en principio tuvo sus reservas conmigo a propósito de la escisión y pugna posterior que entonces tenían ASEJU y OMEGA. A él le contaba mi estrecha relación con Carlos Castillo Olivares, a la que continuo haciendo honor, que por aquel tiempo encabezaba OMEGA. Pero pronto se disiparon sus recelos y establecí con José Luis un trato muy cercano, cálido y propicio a la confraternización y confidencia, que en ocasiones compartí también con su mujer, Pilar.
José Luis es un tipo entrañable, que presenta una imagen y tiene otra bien distinta. Un tipo de humanidad ancha, acogedora, que tras su aparente seriedad esconde un espíritu abierto al humor, al lado amable de la vida y sabiendo acudir siempre a las llamadas de los que verdaderamente aprecia. Guardo de De Pedro recuerdos duraderos en la memoria que traen la estampa de una persona con valores, que ha sabido transmitirlos a quienes, como en este caso yo, le apreciamos por ser un trabajador nato y un hombre de bien. Te queremos, José Luis.