Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

De ayer a hoy en política

22 de julio de 2025

Lo siento. Pertenezco a otra época, a otros modos de comportamiento y a otras formas de entender la vida. Y por ello me enervo y me salgo de mis casillas cuando me asomo al espectáculo del Congreso de los Diputados. Imágenes y palabras abochornan. Indumentarias absolutamente inadecuadas en la mayoría de los que son, al menos en teoría, padres de la patria. Por el camino que llevan día vendrá en el que acudirán al parlamento en chancletas y pantalón corto con el descaro propio de los autolicenciados en progresismo.

Si saltamos al plano de la dialéctica política lo que escuchas es para deprimirse. Al proclamarse la democracia en nuestro país era un espectáculo edificante escuchar algunos discursos de nuestros diputados. De uno u otro color. Discursos bien armados, la mayoría sin papeles delante, que transmitían conceptos fundamentados, propuestas, ideas. Había en los contenidos riqueza verbal, sentido analítico y altura de pensamiento. Subían a la tribuna entonces oradores de mucho fuste intelectual ante los que había que quitarse el sombrero. Conviene no olvidar que muchos de aquéllos protagonistas de la vida pública ocuparon con anterioridad puestos destacados en la empresa, la cátedra o la administración y gozaban por tanto de una alta consideración profesional.

El reverso de ésta imagen la encontramos en las cortes de hoy. Con señorías con las chuletas escritas a tamaño de gran grosor que en ocasiones leen con dificultad. Exposiciones pobres, ramplonas, repetitivas y sin entidad conceptual. En las que se recurre de manera habitual, y a la que nos estamos acostumbrados, al insulto y al lenguaje soez impropio de quienes ostentan la representación de la soberanía nacional. No resulta extraño que esto sea así. Muchos de los diputados y diputadas poseen unos curriculums discretitos y nunca dieron un palo al agua hasta que aterrizaron en la cosa política. De números uno, ninguno.

Todo lo descrito es desolador e invita a abdicar de la política, a pasar de sus embrollos, de su ausencia de clase, de su rosario de mentiras, de su patetismo escénico. Impropio de un país en manos de una pandilla de mediocres que jamás pudieron soñar llegar tan alto. Para jodernos a todos.