Entramos en una época del año tediosa. El calor nos invade y va poniendo freno a la actividad cotidiana, que se relaja, que pierde nervio. A los que seguimos al pie del cañón, lejos del sol de la playa o del aroma de las pinadas del bosque, nos asalta una cierta sensación de vacío, ésa sensación derivada de la pérdida de pulso del acontecer diario a la que se une la necesidad de cerrar un ciclo de trabajo y abrir una puerta al descanso, a la desconexión de los problemas, al reencuentro con una íntima placidez espiritual.
En ésas estamos cuando leo que se insiste en análisis de las adicciones al juego. En medidas preventivas contra la amenaza que representa en el canal online sobre todo para la juventud.
No puedo por menos que estar de acuerdo contra todas las medidas de carácter profiláctico que se adopten para combatir las ludopatías en cualquier ámbito que se produzcan. Pero también soy de los que piensan que últimamente se está insistiendo en exceso sobre las adicciones al juego y sus efectos en la sociedad. ¿No habíamos quedado que afectaban a un porcentaje mínimo de la población, muy inferior al del resto de países europeos ? Pues si eso es así, y los analistas que saben de la cosa lo certifican con datos y porcentajes, ¿ es constructivo que insistamos tanto sobre el particular?.