Otro casino proyectado en Granada, peticiones en otras regiones para apertura de sucursales, más salones por aquí y por allá y a la caza y compra de bingos. El panorama del juego se anima en idéntica medida que la economía remonta el vuelo y promete ir ascendiendo. Es un síntoma saludable que invita al optimismo y renueva la confianza en las posibilidades del sector, que ha pagado el alto precio de la crisis y salido de la misma, todavía pendiente de certificación, con cicatrices.
En una economía de libre mercado no se le pueden poner puertas al campo de la competencia. Pero hay que ir con tiento empresarial antes de invertir en ámbitos con claros síntomas de saturación o con indicios de que ésta pueda producirse a corto o medio plazo. Hay territorios donde la multiplicación de los salones no se ha dado respiro y parece lógico pensar que o se moderan las aperturas o se les pone freno o se irán produciendo cierres de manera natural.
La caída del número de bingos en los últimos años ha sido imparable y da la impresión de haberse detenido. El parque de máquinas se ha visto disminuído con carácter generalizado. Los casinos, tras el temporal, se mantienen con altibajos. Solo los salones han subido las cimas del crecimiento espectacular hasta el extremo de demandar sensatez y capacidad de análisis para que la expansión no se desborde. Conviene que la prudencia deje paso a la autoregulación de los negocios porque de no hacerlo así los negocios dejarán de serlo.