Se dieron la mano, se miraron con fijeza a la cara con sonrisas de por medio y hubo un cruce de abrazos final. La idea había tomado cuerpo convirtiéndose en espléndida realidad. El bingo de Andalucía volvía ser uno e indivisible. Costó lo suyo pero se consiguió en beneficio exclusivo de un sector que gana muchos enteros con la bandera de la unidad en todo lo alto. La decisión era la más acertada máxime si tenemos en cuenta que había coincidencia de criterios en lo fundamental y las disidencias eran, en la mayoría de los casos, pecata minuta. Ante un panorama semejante, ¿era indicada la división, el ir cada uno por su lado para desembocar en la misma calle? La respuesta parece que se decanta por la sensatez, que es lo que se ha impuesto.
Principales actores de éste acuerdo histórico para el bingo andaluz, y me atrevería a decir que nacional, han sido dos grandes amigos míos. Por un lado Ignacio Benítez, mi eterno cicerone de Sevilla y sus encantos desde hace cerca de cuarenta años. De otro Fernando Luis Henar, con el que, desde su inicio en CEJ, y ha llovido mucho, he compartido confidencias. Son dos personalidades que en distintas etapas han empañados el timón del bingo español y afrontado muchas dificultades para sacar adelante el sector y, en el plano asociativo, alejando ambos de momentos muy complicados que ponían en riesgo su existencia.
Por éstos y otros muchos motivos que harían interminable éste artículo hay que felicitarse porque el sentido unitario, siempre tan valioso, se haya impuesto. Por haber dejado muy atrás desavenencias de corte puramente doméstico y propiciar, por fin, el abrazo de la integración que los hace mis fuertes y más representativos. Brindo por el gesto conjunto de Fernando e Ignacio y espero compartir con ellos la cita que ponga broche de oro a un pacto asociativo tan importante como necesario. Va por los dos.
