¿Puede aguantar una Comunidad como Castilla La Mancha que en 2017 se abrieran en su territorio 43 salones ? La respuesta para un observador medianamente versado en el tema es que no. Porque en aquél territorio, como está aconteciendo en otros, se había producido ya una peligrosa sobredimensión de la oferta. Un pan para pocos y hambre para la mayoría. Una saturación que en su alocado crecimiento no tiene en cuenta indicadores claros que, de analizarse, arrojarían luz sobre la inviabilidad del negocio.
La cordura se ha impuesto en las tierras manchegas procediéndose a la planificación de los salones, que en 2018 no podrán superar las 10 aperturas. La medida venía aconsejada por la más elemental prudencia. Resultaba del todo punto insostenible seguir con la proliferación de salones que hubiera significado el hundimiento de muchos de ellos. Que a día de hoy no están exentos de verse afectados por una competencia desmedida.
El caso es extrapolable a otras Comunidades. Donde se levantan voces reclamando planificación. Porque lo cierto es que tamaña sobredimensión del mercado de salones lleva a una competencia feroz que se salta las reglas e incumple normas. Que hace que dicho mercado se convierta en una selva donde todo vale y hay que recurrir a lo que sea para hacer caja. Al final todos pierden y el subsector sale tocado. Se impone el análisis, la mesura y el realismo para el corto plazo de los salones.