La derecha suele ir a remolque de la izquierda en muchas de sus acciones. Es víctima de un complejo que arrastra al asumir de hecho una supuesta superioridad moral de sus oponentes. Que éstos se encargan de fomentar sin encontrar una réplica contundente. La izquierda populista y extrema viene desarrollando campañas de descrédito contra el juego privado. Trata por todos los medios y partiendo de criterios manipulados y flagrantes mentiras de frenar el desarrollo del sector y limitar su actividad al máximo. Y lo vienen haciendo sistemáticamente allí donde pueden ejercer su influencia.
Sabido todo esto la representación de VOX en el municipio de Colmenar Viejo consigue que se apruebe una ordenanza para limitar los salones de juego. Para nada se ocupa de la ONCE, de los rascas, de las ventas indiscriminadas y sin control de los cupones. Aquí lo que toca es subirse al carro que conducen los rogelios para sumar adeptos contra las empresas del juego privado sin que medien razones objetivas de por medio. Lo acontecido en Colmenar Viejo es un ejemplo más de ése arrugamiento de la derecha frente a las tesis de la izquierda más radical que ha convertido la lucha contra el juego en una más de sus banderas populistas.
Aparte de la acción de VOX en el Ayuntamiento de la Comunidad de Madrid, en el que, caso curioso, la representación de MAS MADRID se abstuvo para no hacer pared con los que ellos califican de ultras, lo que denota éste asunto es la pretensión que albergan algunos municipios de meterse en camisa de once varas respecto al juego cuando no tienen competencias en sus aspectos esenciales. Otra cuestión es que traten de sembrar de piedras los procesos de apertura de locales.
Lo que quiero señalar, una vez más, es la sumisión vergonzosa que en ocasiones demuestra la derecha, como consecuencia de sus complejos, que le obliga a renunciar a la defensa de sus valores fundamentales. Entre los que figura de manera prioritaria la libertad de empresa en una economía igualmente libre.