En más de una ocasión me han propuesto escribir la historia del bingo. Los sugeridores de la idea consideran que he vivido las vicisitudes del sector muy de cerca y en caliente y acumulo por tanto memoria y datos suficientes coma para hilvanar una crónica densa y pormenorizada de lo acontecido desde que se canta bingo.
Si de algo me vanaglorio, porque puedo hacerlo, es de ser el cronista casi oficial del bingo. Se que esto le jode a más de uno pero no les queda otra que tragar quina y seguir mordiéndose las uñas por aquello de los nervios. Pero a lo que íbamos. ¿ De que historia estamos hablando ? ¿De la del asociacionismo en sus albores y configuración ? ¿ Del papel determinante que jugaron un puñado, reducido, de empresarios que derrocharon pelas y audacia para que el barco sectorial no encallara ? ¿ De los que se autoproclamaron genios tecnológicos de la actividad vendiendo humo y se forraron?.
Como en los folletones aquí habría que ir por entregas para abarcar el desarrollo del proceso de una actividad pródiga en personajes pintorescos, pillos, pícaros, enredadores y empresarios que han hecho valer su condición de tales. De lo que todo ha habido y hay en un sector que algo tendrá porque el que entra, aunque lo echen, suele quedarse. Un sector del que, si vamos desenredando la madeja, da para contar anécdotas, abrazos traicioneros, conspiraciones de restaurante y enjuagues de todo tipo que uno ha presenciado en vivo y en directo. Todo similar a lo que acontece en cualquier sector. Pero en éste quizás un poco más subido de tono. Historia, ¿ pero de que historia queremos hablar ? Mejor continuamos cantando bingo.