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DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Brasil, ¡oh Brasil!

24 de julio de 2025

He tocado, visto y vivido los dos grandes polos de Brasil, sobre los que gira la realidad de un país inmenso, de grandes contrastes y estampas hermosísimas que asombran la vista y engalanan el espíritu. Hablo de Río de Janeiro y Sao Paulo. Estampas antagónicas, deslumbrantes en ambos casos y con signos de identidad claramente definidos.

Rio y sus playas de azules y verdes trasparentes, prodigas en sirenas de carne y hueso que se mueven a ritmo de samba y que dibujan un paisaje tan colorista como subyugante. Desde mi ventanal del Hotel Copacapana Palace, todo un canto a la mejor tradición hotelera, me asomaba a la postal inaudita del Océano Atlántico donde triscaban los veleros perdiéndose en un horizonte infinito y a mi izquierda quedaba en lo alto el Cristo de Corcovado y Pan de Azúcar, obra colosal de la monumentalidad moderna hasta cuya cima ascendí para encontrarme con el mundo a mis pies. Río de Janeiro es un universo de color y alegría, con un carnaval único y multicolor que desprende una escenografía plena de creatividad y belleza que aviva la capacidad de asombro de sus espectadores y al que asistí en directo con los ojos muy abiertos, y deslumbrados, ante un desfile de indumentarias espectaculares, ricas en detalles y ornamentos, que se ondulaban al compás de las notas de la samba que provocaba emociones inéditas.

La otra cara de la postal de Brasil está en Sao Paulo, la megalópolis convertida en el pulmón económico de la nación. Allí donde se multiplican los edificios que tocan con sus yemas los cielos. Allí donde están los centros del dinero y el poder. Me alojé en una calle de fisonomía urbana muy chic, muy al estilo Serrano de Madrid, en la que se multiplicaban las tiendas de lujo, los restaurantes espectaculares de cartas aptas para bolsillos bien provistos y vinos para regalarte placidez y ganas de vivir. En aquélla época tuve la oportunidad de visitar una serie de bingos inmensos con parques de máquinas más que notables que hacían de los negocios la entrada de ríos de dinero. Tiempo que quizás no se repita al menos con el frenesí de entonces.

 Brasil, !oh Brasil!. Río de Janeiro y Sao Paulo, dos acuarelas únicas e irrepetibles. Dos sentidos de lo monumental absolutamente opuestos, que embriagan el espíritu y excitan la sensibilidad. Dos universos de signo muy distinto en los que conviene adentrarse para disfrutar de las inmensas maravillas que brinda el mundo. ! Oh Brasil! Sobran más palabras.