Don Alberto Garzón sigue impertérrito en su línea de ministro bocazas. Sea porque se aburre o porque está ocioso lo cierto es que no pierde la oportunidad de hacer patente su incontinencia verbal y meterse en berenjenales de los que, por simple prudencia ministerial, debería de mantenerse al margen.
La última gracia expresiva de don Alberto ha sido la crítica a la Junta de Andalucía que ha fijado la distancia de las casas de apuestas de los centros docentes en 150 metros frente a los 500 de otros territorios. Y ha calificado de laxitud, de moralmente relajada, la actuación del gobierno de Juanma Moreno.
Lo escribimos en anterior ocasión con motivo de otra garzonada. Un ministro, aunque sea de un ejecutivo tan heteróclito como el del señor Sánchez, debe ser mesurado y prudente en sus manifestaciones y no ejercer la descalificación de lo que hacen o dicen los gobiernos autonómicos. Que reclaman respeto en el ejercicio de sus competencias. Pero Garzón, está comprobado, tiene que sobresalir por sus ocurrencias y disparates. Figura en la escudería de ministros que se distinguen por sus improperios: Abalos, Marlaska, Castells…, para que seguir.
Una duda: ¿ Hubiera dicho lo mismo de darse el caso en Cataluña ? Adivina, adivinanza. Ahí lo dejo.
