Uno no puede menos que apelar a la nostalgia cuando comprueba como está hoy el bingo en Madrid y como estaba cuarenta años atrás. No sólo en Madrid si no en el resto de España. Hablo de otra época muy distinta a la actual. En la que se inauguraban salas por doquier, la animación de público era una constante y reinaba la alegría. Como sucede con todo lo que funciona y es objeto de expansión se cometió el pecado de crecer en exceso pero, aún asumiendo ése factor negativo, se atravesó una época boyante donde el bingo ejercía una función de sociabilidad y entretenimiento que se vió ampliamente respaldada en cuestión de asistencia.
¿ Cuando se jodió aquélla situación, como la del Perú de Vargas Llosa, que resultó propicia para el negocio durante unos años ? La respuesta obedece a varias causas. Inflación de locales; monotonía del modelo de juego; necesidad de implementar nuevos productos que tardaron en autorizarse; falta de relevo en la parroquia tradicional y una tributación a todas luces desmedida. Y un hecho determinante: Al empresario del sector, como a los del resto de subsectores, no le ha sido permitido actuar como tal viéndose coartado en sus actuaciones por un reglamento que no deja resquicio para gestionar la oferta de la sala con un mínimo de libertad.
La estampa del bingo actual no deja de ser un melancólico reflejo de otro tiempo. A pesar de los avances en materia electrónica y de la apertura de nuevos espacios de juegos. El cambio generacional todavía no se ha producido con la intensidad requerida. La competencia se ha multiplicado y el sector no ha recibido el empujón definitivo que abra una época nueva.
Esta es una evocación preñada de añoranza de alguien que vivió muy de cerca la edad de oro del bingo. Que estuvo junto a sus principales protagonistas y escuchó sus proyectos y confidencias. Y que guarda para sí toda una larga ristra de experiencias relacionadas con el sector, con quienes lo promovieron y regularon, y que daría para escribir una historia, con sus luces y sombras, del bingo español. Pero más indicado parece seguir conservando los recuerdos sin meternos en honduras. Que las hubieron y que es más prudente silenciar. La alegría del bingo: ¡ Que tiempo bonito !