El gobierno autónomo de Baleares, formado por PSOE y Més per Mallorca, se viene distinguiendo por la aplicación de medidas radicales. Está imponiendo un nacionalismo exacerbado, que pasa por la obligatoriedad de la lengua vernácula y se extiende hasta la teoría de los Países Catalanes (en un territorio donde el espíritu de globalización es un hecho desde muchos años atrás merced al turismo), al tiempo que hace patente su voluntad de implementar políticas populistas o de extrema izquierda.
En este marco el ejecutivo autonómico ha dado cumplimiento a la ley que permite a los casinos tener una sucursal en las islas que operan, permitiendo con ello que los establecimientos de Mallorca, Mahón e Ibiza puedan tener una sola sala accesoria a la principal para ofertar los juegos propios de casino. La sala de Mallorca tendrá un período mínimo de funcionamiento de seis meses y las restantes de tres meses.
Es una buena noticia que la oferta de casinos de Baleares se abra, siempre y cuando cuente con el caudal de público suficiente para hacer económicamente interesantes los nuevos locales, siguiendo en éste caso las pautas que han marcado otras Comunidades, caso de la valenciana por ejemplo, en la que la experiencia se ha saldado con resultados muy desiguales: buenos en Alicante, malos en Valencia y Castellón.
Digo que me parece bien esta ampliación del ámbito de actividad de los casinos en Baleares. Que choca, sin embargo, con el empecinamiento más que sospechoso del Ayuntamiento de Palma de dar luz verde municipal a la apertura del Gran Casino Teatro Balear. Que cuenta con la perceptiva licencia autonómica, ha llevado a cabo una inversión más que respetable, lo tiene todo a punto para abrir sus puertas y tropieza una y otra vez con la negativa del Ayuntamiento a la concesión del perceptivo permiso. El tema está siendo objeto de una larga y costosa batalla legal para Rafael López y su socio Eusebio Cano que no consiguen el propósito de arrancar con un proyecto envidiable para Palma y el incremento de su oferta de entretenimiento. Este enredo, a la conclusión que se llega, es que obedece más a los intereses oscuros que a la defensa de las ordenanzas municipales.
Una prueba sólida del disparate político que vive Baleares lo tenemos en los casinos. El gobierno autónomo que otorgó todas las bendiciones al Gran Casino Teatro Balear amplia ahora la oferta de éstos locales. Y el Ayuntamiento de Palma continua erre que erre con su stop. De sainete protagonizado por Paco Martínez Soria.