Autor

DESDE LA AVENIDA Juan Ferrer

Aquí no se mueve nadie

1 de diciembre de 2016

 No sé lo que tiene el juego pero de lo que sí tengo constancia es de que quién entra ya no sale. Aunque lo despidan, aunque lo echen a cajas destempladas. Las empresas, que tratan de mejorar laboralmente potenciando sus recursos humanos, informan sobre sus fichajes. Que suelen de ser tipos con curriculums brillantes, preñados de masters, títulos académicos y datos profesionales que a veces apabullan por su extensión y presunta notoriedad. Bien es cierto que el papel es sufrido, lo aguanta todo y los vendedores de humo, que los hay y son maestros en el marketing personal, manejan con descaro y habilidad el ejercicio de la autopromoción.

En modo alguno puede negarse que las empresas del juego, y en particular las grandes compañías del sector, que son pocas pero notables, han avanzado un trecho importante mediante la incorporación a sus plantillas de gente muy preparada, de conocimientos sólidos sobre el mundo de la economía, la industria y el comercio. Profesionales que han elevado el listón del patrimonio humano de sus firmas y contribuido a que sean más competitivas.  Y al margen de los grandes grupos son numerosas las empresas que han jugado la carta de la evolución sectorial mediante el fichaje de personal muy cualificado procedente de otros ámbitos.

Que ésta política ha dado sus frutos y merece refrendo por descontado que sí. Que entre éste fichaje de figuras las hay que han confirmado con creces las garantías desprendidas de sus trayectorias profesionales nadie lo pone en tela de juicio. Como también queda constancia de que se han producido fiascos, algunos sonados, de personajes con identidades profesionales que invitaban apriorísticamente al deslumbre y que los resultados de sus trabajos sirvieron para desmontar las tramoyas diseñadas. 
 
Lo que tratamos de decir y resaltar es la querencia que el juego provoca en los que llegan. Que los atrapa hasta dejarlos enganchados y sin posibilidad de sacarlos fuera. Y lo mismo da que los tipos en cuestión sean unos fenómenos que podrían optar por otras ofertas de trabajo u otros con perfil prefabricado o dudoso. Responden en cualquier caso a la etiqueta de supermanes y, una vez desembarcados, contemplan como se enciende y apaga cada día el sol sobre la lámina dorada del juego. Digo dorada por lo del dinerito contante. Y ya saben: de aquí no se mueve nadie.