La política es muchas veces un ejercicio de oportunismo, de seguir la corriente que marca el populismo, de subirse al carro de la agitación social previamente alimentada por directrices y consignas. Es lo que ha sucedido con los salones y su denominación que ha servido para desarrollar una tremenda campaña denigratoria a la que se han sumado con presteza bastantes Ayuntamientos. Tenemos los casos de Cádiz, y más recientemente de Málaga, entre otros de fuera de Andalucía, que han decidido por cuenta propia poner más restricciones a la instalación de salones, hacerles la vida imposible en términos urbanísticos, sumándose de éste modo a la guerra declarada por la extrema izquierda, que se ha vendido muy bien utilizando mentiras y manipulaciones, y encontrando seguidores más allá de su espacio político.
En los casos de Cádiz, que ya comentamos en su día, y ahora de Málaga hay que aplaudir la actitud vigilante y consecuente de la Junta de Andalucía que preside, con mucho sentido común, Juanma Moreno. El gobierno autonómico no ha dudado en mandarle un mensaje directo a los municipios: cuidadito que las competencias del juego las asumo yo con todas las de la Ley y no es cuestión de saltarse las reglas establecidas.
La reacción de la Junta de Andalucía ante la invasión de sus competencias es irreprochable y digna de elogio. Lo que subyace en éste tema en la actitud condenable de muchos municipios de España que, por mimetismo político, por figurar, por contribuir al juego de una falsa alarma social se meten en camisa de once varas, donde nada pintan y nada tienen que hacer. Zapatero a tus zapatos. Es lo que tendrían que hacer muchos ayuntamientos con zapatos agujereados por falta de medias suelas. Que tomen nota.