Ya tenemos servida sobre la mesa de la actualidad otra noticia llamativa. No importa que sus ingredientes sean de entrada difusos y poco consistentes. Eso es lo de menos. Estamos inmersos en un tiempo donde lo que privan son las redes sociales y sus mensajes. Y la difusión de informaciones en las que la manipulación interesada o la cándida fantasía suplantan de forma descarada a la veracidad de los hechos y el rigor en su relato.
Ahora nos estalla otra carcasa periodística, anticipada como exclusiva rimbombante por el diario digital El Independiente, que habla de la creación en las proximidades del aeropuerto de Barajas de un complejo de ocio con hoteles, comercios y demás. Y que introduce la coletilla de que “previsiblemente el proyecto contará con casinos y demás espacios de juegos”. Para redondear la jugada se habla de una inversión de 2.000 millones de euros. Que es más bien pecata minuta si nos retrotraemos a las cifras barajadas en su día con el Eurovegas o el Barcelona World.
Aunque lo de los casinos figura en principio como mero apéndice del llamado Madrid Live Resort ya verán lo que tardan las muchachadas podemitas y sus afines, que siguen sin bajarse del último tranvía del que se apeó Lenin, en montar la gresca denunciando las lacras del juego y recurriendo a las concebidas y apolilladas monsergas sobre el juego, puterío, clanes mafiosos, drogadicción y demás guisos propios de novela negra.
No quiero perderme en las previsibles reacciones de un rojerío que busca el foco informativo a base de cantinelas rebuscadas y regalando groserías. De éstos tipos hay que pasar. Aquí de lo que se trata es de subrayar que, “previsiblemente” como se anuncia a bombo y platillo y contando con el consabido coro, estamos ante otro proyecto dudoso, en los que las gotas de la fantasía superan ampliamente la hipotética verosimilitud del asunto. Hablando en plata: ya veremos en que queda el cuento que nos acaban de vender y cuanta es la cantidad de ficción invertida en lo que al juego respecta.
Siempre me he mostrado tremendamente escéptico frente a los que pretenden vendernos la burra de los megaproyectos. Se llamen Eurovegas, la ruta del Quijote, el desierto de Los Monegros o el Barcelona no se qué, el último pendiente de dilucidar donde acaba la mentira y emerge la realidad. Y estoy hasta el gorro de tanta pirotecnia barata, tanta carcasa fallida, tanta pólvora en salvas para consumo de un público de antemano subestimado. Porque las informaciones de marras, en su grandiosa inmensidad, parecen destinadas a un mercado de disminuidos mentales.