"Querido amiguito Juan soy un pensionista agradecido… ”. Fueron algunas de las palabras, que me envió Antonio Vallejo en uno de los frecuentes cruces de mensajes que solemos remitirnos. En éstos textos Antonio deja constancia de su sentido de la ironía, algo consustancial con una personalidad que ha contemplado la vida desde una perspectiva pragmática en la que nunca ha faltado, como ingrediente muy recomendable para restarles gravedad, el ejercicio de un humor de fina factura, propio de aquéllos que están solidamente equipados en lo que a cultura y formación se refiere.
Por mucho que se empeñe Antonio Vallejo nunca ejercerá el rol de pensionista. Al menos sí asociamos su imagen a la del caballero que dejó su trabajo y se sienta en el banco de un parque a sentir las caricias del sol y ver pasar la vida. Ese abandonarse a la indolencia no casa para nada con la personalidad de un tipo como Antonio, abierto de manera permanente a la riqueza que representa la lectura, el hurgar en la historia y sus entresijos; el gozar del placer de los amigos que lo son de buena ley para evocar y también para encarar el futuro, el no perder nunca la curiosidad para informarse y estar formado, el poner su experiencia, siempre millonaria en saberes, al servicio de aquéllos a quienes haga falta.
Antonio desempeñó una función de protagonista en el juego de Andalucía. Desde un segundo plano que en muchas ocasiones resultó determinante para alcanzar objetivos que se revelaron claves para el juego de Andalucía y del resto de España. Sentó cátedra y del juego demostró que sabía un huevo y parte del otro. Casi cuatro décadas al pie del cañón así lo acreditan. Un tipo con ésos rasgos nunca puede incluirse en el apartado del pensionista convencional, sino entre la nómina ( de jubilados ) de los que están en disposición plena para transmitir un caudal de saberes que hay que aprovechar porque merece la pena. Antonio, maestro de muchas disciplinas, hemeroteca individual donde cabe todo el juego de Andalucía, es un lujo personal para poder presumir. Y hay que hacerlo hasta en su calidad de pensionista, de los que confieren nervio y entidad a la categoría.