El 30 de mayo de hace cinco años Alfredo García Murcia nos dijo adiós para siempre. Ha pasado un lustro y el transcurrir del tiempo no ha empalidecido para nada la vigencia de su memoria, la fortaleza de su recuerdo entre quienes tuvimos la oportunidad de tratarlo y valorarlo. Alfredo ha sido de ésas personas que por su proyección empresarial y personal deja tras de sí una estela de acciones dignas de ser conservadas y recordadas que están ahí, como fiel reflejo de una ejecutoria brillante, propia de un hombre de talento como él que lo tenía y mucho.
Confieso que en múltiples conversaciones sobre el bingo o sobre el mundo de la empresa en general suele reproducírseme la figura de Alfredo. La de un empresario cabal, emprendedor como el que más y que nunca se daba cuartel a la hora de impulsar iniciativas o entrar de lleno en el análisis y debate de asuntos merecedores de su interés. Poseía una mirada larga, propia de un talento despierto en fase de vigía permanente que cazaba las ideas al vuelo y las exponía haciendo gala de un sentido de la ironía que jamás le abandonó. Era un auténtico crac, un empresario de talla física y mental, que podía alardear más que muchos de los importantes logros conquistados en distintas parcelas socioeconómicas y que, sin embargo, recurría al comportamiento discreto como norma de conducta.
Del bingo sabía tanto como el primero. Y contemplaba el sector con una vocación de futuro que iba mucho más allá de los pasitos cortos para tratar de abrir ventanas a un sentido de la evolución que contribuyera a la potenciación de los negocios. En otros ámbitos sentó cátedra de empresario con arrestos y capacidad de riesgo que son los atributos que distinguen a los grandes y él era uno de ellos con sobrados atributos para serlo.
En el plano personal guardo de Alfredo memoria viva, sólida, que se acrecienta con el paso de los años. Compartí con él vivencias, problemas y proyectos. Nuestros contactos telefónicos eran asiduos y prolongados. Siempre me escuchó con atención y nunca me faltó su apoyo. En éste sector doy fé de que ésto son palabras mayores. Las propias de un personaje inteligente, muy revestido de ironía, que nunca fallaba a los que en modo alguno quería fallar. Alfredo García Murcia, cinco años de un hueco enorme, de los que dan de pensar y sentir, en el mundo del juego y en el empresariado en general. Basta asegurar que sigue latente en muchas memorias. Entre ellas la nuestra.