Hay personas que, en sus distintos ámbitos profesionales, optan por el segundo plano, por no traspasar determinados límites impuestos por ellas mismas y asumen un papel discreto. Este alejarse deliberadamente del primer plano, del foco cegador, responde en muchos casos a actitudes personales más amigas de actuar tras las bambalinas que de acceder a la primera línea de la actuación pública.
Alejandro Ortiz, presidente y creador de ORTIZ GAMING, un grupo de proyección internacional con peso y prestigio en mercados de diferentes países del mundo, es un empresario de mucho fuste, que aparece puntualmente en los grandes eventos donde está presente la compañía que lidera, pero que más allá de éstas comparecencias prefiere mantener un cierto anonimato. Lo suyo es el trabajo, la planificación y la apertura de nuevos marcados para la comercialización de unos productos que han abierto puertas para la entrada de otras formas innovadoras de entretenimiento y juegos.
Conozco a Alejandro Ortiz un puñado de años. Mucho antes de que surgiera con fuerza ORTIZ GAMING, una propuesta tentadora para el mercado cada vez más amplio de las videobingo y las máquinas que rompen moldes. Y a lo largo de tan dilatado período he tenido la oportunidad de mantener dos largas conversaciones con él. Charlas sin tasa de tiempo en las que abundaron las opiniones y las confidencias, lo que se podía divulgar y lo que quedaba para ser custodiado por el silencio. De éstos contactos me quedó más que trazado el perfil del personaje: persona de convicciones firmes, de talante educado y respetuoso y al que le afloran pasión y vehemencia al abordar temas relacionados con su peripecia empresarial y personal.
Más allá de la discreción que jalona la ejecutoria de Alejandro Ortiz, en las conversaciones que ahora evoco salió a colación su tranquilidad por contar en España con un socio y timonel de su empresa como Rafael Soto, en quién no sólo ha depositado su confianza sino que goza de la autonomía suficiente para emprender toda clase de iniciativas. Lo que significa que el binomio Ortiz-Soto funciona como una máquina perfectamente engrasada.
Que lo suyo más que aparecer en los papeles o en las declaraciones sea el compromiso de trabajo con su empresa no resta un ápice de notoriedad a un Alejandro Ortiz empresario de alto nivel. Y con señalados triunfos internacionales.