Aitor Uriarte es a día de hoy el regulador del juego decano en España. Esto es así desde un punto de vista estricto dado que Amadeo Farré, que lleva más años, es ahora subdirector de la actividad. En el desempeño de su cometido Uriarte se ha mostrado habitualmente como un tipo pragmático, nada amigo de los subterfugios y al que le gusta ir, por derecho, al meollo de los asuntos. Que su gestión ha sido y es eficaz lo expresa la confianza depositada por distintos gobiernos en su persona.
El responsable del juego del País Vasco ha vuelto a dar una prueba de realismo al declarar que “las restricciones al juego privado pueden tener un efecto contrario al deseado, puesto que provocará el desplazamiento de muchas personas al ámbito online donde dispondrán las 24 horas del día para jugar”. Y se deja en el tintero decir que se fomentaría el juego ilegal.
Las palabras de Uriarte son producto de la sensatez, de tener los pies sólidamente asentados en el sector y saber de lo que habla y por donde van los tiros. Cuando asistimos al espectáculo cotidiano de políticos que sueltan, sin inmutarse, auténticas barbaridades, que tocan del oído de los prejuicios y no se han detenido ni a un análisis somero del sector las manifestaciones del regulador vasco son una lección de cordura y una prueba más que el tema del juego debe ser enjuiciado desde la óptica de la objetividad, de los datos, de la prudencia y el realismo. Nunca desde la fácil y barata demagogia. Que es la tónica imperante.