Un sector empresarial del juego, si se quiere minoritario, ha mostrado con frecuencia su cerrazón a que se incorporaran a la oferta existente productos extraños. O que no se ajustaban a los cánones tradicionales. Es decir no han querido salir de la máquina y el cartón y el bolígrafo. Y todavía los hay que siguen emperrados en su inmovilismo y se resisten a cualquier modificación de unas reglas del juego que se habían quedado anticuadas, con olor a alcanfor y pidiendo a grito pelado aires frescos y renovadores.
Cuando se planteó la implantación de las apuestas comenzaron a sonar las alarmas. Que si las maquinitas de los bares se apagarían, que si se daba rienda suelta a la canibalización de la hostelería, que si se restaban euros para invertir en la compra del cartón.
Los hechos han invalidado los pronósticos pesimistas que no se han cumplido. Las apuestas funcionan, y funcionan bien, han ampliado la oferta, atraído a un nuevo segmento de público y conseguido lo más importante: que ésta modalidad se contemple socialmente sin prejuicios apriorísticos. En éste sentido el juego se ha desprendido empresarialmente de etiquetas perniciosas, de sambenitos, de apolillados anatemas.
Con las apuestas ha entrado un aire fresco y vigorizador en las prácticas del juego y sobretodo ha contribuído de manera eficaz a la proyección de la imagen de marca de sus empresas. Que saltan a la actualidad de los medios generalistas con naturalidad y sin objeciones mediante actos de representación o patrocinios. Esto hasta la fecha, era más que complicado o imposible para las mismas firmas que ahora tocan el cielo de la notoriedad pública que tanto se les ha negado.
Las apuestas no sólo son un vehículo para que el juego conquiste nuevos segmentos de mercado sino que están sirviendo para conferir otra imagen a salones y bingos, más atractiva y moderna, en parte porque la clientela de nuevo cuño alienta la oxigenación de los locales.
Esta experiencia, a todas luces positiva, es una lección a tener en cuenta. Sean bienvenidos al juego aquéllos productos, convenientemente testados, destinados a remover las viejas estructuras de la oferta, transmitir un mensaje novedoso y atraer a públicos distintos. Porque si no buscamos el recambio generacional del mercado y lo incrementamos, la demanda se nos irá quedando chiquita y pobretona. Conviene tomar nota.