José Ombuena, que fue un grandísimo periodista y un intelectual de mucho fuste, dirigió durarte muchos años Las Provincias de Valencia donde colaboré muy activamente en dos largas etapas. Hubo tiempo en el que escribía en sus páginas un artículo diario y recuerdo que cuando llegaba agosto y tocaban vacaciones entraba a su despacho para despedirme y él me decía, con su seriedad característica y su fino sentido del humor: "Aproveche éstos días para descansar. Usted descansará y los lectores también.” Guardo un recuerdo imborrable de quién ejerció su magisterio periodístico creando escuela y al que le debo estar en la profesión.
Pues sí: ahora se trata de hacer un alto en el camino cotidiano y salir de la avenida para buscar otros horizontes, disfrutar de otros paisajes y vencerte al sol de la indolencia. La máquina de escribir, uno es de los clásicos que no se llevan, queda en silencio, con el teclear enmudecido y la página en blanco. Hay que romper por unas jornadas con la rutina del trabajo y meterse en la otra rutina del descanso cuyo ideal, en mi caso, unicamente persigue reencontrarse con la soledad fascinante del bosque, el murmullo del agua de un canalillo que se desliza suavemente, el aroma de las plantas que aromatizan el paisaje, la sombra benéfica del árbol que nos protege de los rigores caniculares. Eso y el rato largo dedicado a la lectura, el íntimo placer del momento sagrado del aperitivo y el remate de una comida que se ajuste a unas mínimas exigencias gastronómicas. Ahí se acaba la historia vacacional.
Que ustedes descansen a fondo. De entrada se libran de ojear desde la avenida que ya es acabar con un suplicio diario. Ahora se impone vivir a fondo la libertad del verano y de la etapa vacacional: que es dicha anhelada que conviene apurar al máximo, gozando de todos aquéllos dones que nos hacen felices al tiempo que sentimos la alegría de vivir.