No es un desequilibrio, es un escándalo como cantaría Raphael. Lo denunció ANESAR en su congreso y su verdad quedará en el vacío. Lo venimos aireando desde tiempo inmemorial pero a nadie de los que mandan se le cae la cara de vergüenza. Y no se les cae porque en lo tocante a éste asunto no la conocen. Le tienen cerrada la boca al juego privado y al público y semi le conceden patente de corso para que en materia de propaganda hagan lo que les salga de las narices.
Los pobrecitos de la ONCE se han subido al podio donde está el máximo anunciante del país, con casi 55 kilos de euros soltados para ganar clientes y ensanchar la parroquia. Y los compadres de LOTERIAS, que en pleno verano ya están dando la vara con el Gordo, se gastaron la bonita cifra de 46 kilitos de nada para fomentar sus ventas.
Las dos entidades gozan de bula propagandística. Y por si ésto no fuera suficiente venden sus productos sin el menor atisbo de control. Les conté hace poco que un amigo envió a su hijo de 15 años a un despacho de Loterías. Compró boletos de Primitivas y nadie le pidió identificación. Otro tanto sucede con los cupones de los ciegos, que se comercializan en las inmediaciones de colegios, gasolineras y múltiples puntos sin hacer distingos entre la clientela en la que también hay menores.
Es todo un derroche de proteccionismo escandaloso el que se dispensa al juego público. Que contrasta con la descalificación permanente con la que se desacredita al privado. No sólo de palabra sino igualmente de obra. Basta asomarnos a reglamentos o decretos en los que con el pretexto de protección a los colectivos más vulnerables se endurecen (¿ todavía más ?) las medidas que regulan la actividad de las empresas para seguir apretando el dogal que las asfixia de manera progresiva.
Una vergüenza y una amoralidad. La doble vara de medir para el juego privado respecto al público es una prueba más de una actuación política canallesca, cínica y ventajista. Propia de una clase dirigente sin escrúpulos y amiga de la corrupción. Ejemplos hay para dar y vender.